Masones de la Historia
Bernardino Rivadavia (1780-1845)
Estadista unitario que trató de desarrollar e institucionalizar la
nueva nación argentina de acuerdo con las ideologías europeas
liberales de principios del siglo XIX; fue el primer presidente
nacional (1826-1827). Nació en Buenos Aires de padres españoles;
estudió en el Real Colegio de San Carlos; se casó con la hija del
virrey Joaquín del Pino.
Luchó como oficial en la compañía de voluntarios de Galicia contra
la invasión inglesa; intervino en la Revolución de Mayo; durante el
período siguiente, apoyó las ideas liberales de Mariano Moreno
contra las más conservadoras de los partidarios de Cornelio
Saavedra; después de la revolución del 5-6 de abril de 1811, en la
que estos últimos obtuvieron el dominio del gobierno patrio,
Rivadavia fue enviado en misión diplomática a Europa, para pedir
ayuda para la independencia argentina; regresó a tiempo para ser
nombrado secretario de Guerra del Primer Triunvirato; influyó en la
promulgación del estatuto que liberaba al poder ejecutivo del
Triunvirato de la autoridad de la Junta Conservadora en la que
estaban representados los delegados provinciales; en este demostró
su compromiso con el gobierno centralizado y la dominación porteña
que caracterizarían sus futuras políticas y las de los unitarios y
que trajo la inmediata oposición de los federales y las provincias
que resultó en las guerras civiles.
Fundó el Museo de Historia Nacional y una escuela secundaria para
varones.
Sofocó con firmeza la rebelión de los patricios (Rebelión de las
Trenzas) y la de Martín de Alzaga; en 1814, el director supremo don
Gervasio Posadas envió a él y a Manuel Belgrano a Europa para pedir
ayuda para lograr la independencia de las colonias, posiblemente con
protección británica; se vieron involucrados en el proyecto fallido
de Manuel de Sarratea para establecer la monarquía independiente de
las Provincias Unidas, con Francisco de Paula en el trono; pasó
varios años en Londres y viajando por Europa, que se estaba
reconstruyendo luego de la derrota de Napoleón en Waterloo; regresó
a Buenos Aires, convencido de que Europa no ayudaría a las colonias
españolas contra los firmes esfuerzos de Fernando VII por
recuperarlas.
Fue el ministro predominante en el gabinete de Martín Rodríguez en
1821; estaba resuelto a asegurar el reconocimiento internacional de
la independencia argentina, a ubicar a la nación que acababa de
surgir de la anarquía (1820) bajo un gobierno constitucional
fuertemente centralizado y a institucionalizar y desarrollar su vida
política, económica, social y cultural de acuerdo con los modelos y
las ideologías de la Europa contemporánea. En los siguientes seis
años, obtuvo estos logros: comenzó con una amplia ley de amnistía
que permitía el regreso de los exiliados políticos argentinos;
aseguró el reconocimiento de la independencia argentina por muchas
naciones tales como Portugal, Brasil, Estados Unidos y Gran Bretaña
y firmó el tratado de amistad, comercio y navegación con la última;
abolió el Cabildo de Buenos Aires como fuente de disturbios
políticos a causa de su reciente complicación en los asuntos
nacionales; definió los límites de los poderes ejecutivo,
legislativo y judicial; convocó un Congreso Nacional Constituyente
(1824) que lo eligió presidente de la Nación en 1826 y elaboró la
Constitución de ese mismo año.
Con la nueva relación entre el gobierno y la Iglesia aún inestable y
la disciplina eclesiástica relajada introdujo una serie de reformas
en esa materia que apuntaban a una mayor secularización, incluyendo
la abolición de los fueros especiales, de los diezmos y otras
contribuciones a la Iglesia; los cementerios pasaron a la
jurisdicción civil; creó la Sociedad de beneficencia tomando como
modelo la Junta de las Damas de Madrid y secularizó las órdenes
monásticas; recibió la ayuda de otros liberales como Manuel García,
Cosme Argerich, Manuel Moreno y el aporte financiero de los
Anchorena, Lezica, Sáenz Valiente, McKinlay y otras familias
poderosas y ricas, tanto criollas como británicas; disponiendo del
capital británico, ahora que reinaba la paz y el orden, se dedicó a
fortalecer el crédito argentino y a desarrollar y diversificar su
economía.
En 1822, declaró la autoridad del Estado sobre las transacciones de
propiedad privada y tierras públicas; implantó el sistema de
enfiteusis de distribución y uso de la tierra; creó el Banco
Nacional que gestionaría el préstamo de la Baring Brothers; estimuló
la agricultura, la minería, las operaciones bancarias, la cría de
ovejas y el comercio; utilizó los préstamos para el programa de
obras públicas, en especial para modernizar la ciudad de Buenos
Aries; inició la construcción del puerto en Ensenada; mientras
tanto, había fundado la Universidad de Buenos Aires y estimuló la
enseñanza de las nuevas doctrinas económicas y filosóficas en el
Colegio de San Carlos; para acelerar todos los procesos de cambio,
trajo a tantos expertos europeos (generalmente contratados) como le
fue posible, desde técnicos hasta profesores; alentaba la esperanza
de organizar colonias agrícolas para ocupar las tierras vacías y
compró barcos para el comercio fluvial.
Durante el período de su presidencia (1826-1827) también hizo frente
a la guerra con el Brasil, provocada por las rivalidades en el
Uruguay; aunque muchos veteranos de la guerra de la independencia
estaban dispuestos a luchar, la guerra fue poco popular y Rivadavia
envió a Manuel José García para que negociara la paz; este último se
excedió en sus instrucciones y comprometió la posición argentina
causando graves problemas a Rivadavia, quien inmediatamente repudió
la acción de García; para ese entonces, Rivadavia había acumulado
mucha oposición y hasta odios; personalmente, nunca había gozado de
popularidad y había enfrentado a líderes como José de San Martín y
Juan Martín de Pueyrredón por cuestiones personales; muchos
unitarios de las provincias no estaban de acuerdo con su insistencia
en el predominio de Buenos Aires y los federales se oponían a esto y
a la centralización del gobierno por la Constitución de 1826, que
fue firmada pero no ratificada; los católicos se sintieron
agraviados por su política religiosa; Tucumán, a las órdenes de
Facundo Quiroga, ya había reaccionado y, bajo el lema de "Religión o
Muerte", había vencido a las fuerzas pro Rivadavia en Catamarca, San
Juan y Santiago del Estero; en 1827, la provincia de Buenos Aires se
enardeció por la federalización de la ciudad de Buenos Aires que
provocó que aquélla perdiera la capital y el dominio del puerto
nacional.
Finalmente en julio de 1827, Rivadavia renunció como presidente y se
retiró a su finca en el campo y luego en 1829, alejado
definitivamente de la política, partió hacia España; intentó
regresar en 1834 pero no le permitieron desembarcar (es bastante
irónico que su único defensor en ese momento fuera Quiroga); luego
de una breve estadía en Uruguay y una más prolongada en Río de
Janeiro, se trasladó a Cádiz, España, donde vivió modestamente y
murió en la pobreza; en 1857, sus restos fueron traídos a Buenos
Aires y enterrados el 4 de septiembre en el cementerio de la
Recoleta con gran ceremonia, en la que participaron Mitre, Sarmiento
y Mármol; en 1932 se trasladaron sus cenizas a un mausoleo
construido en su honor en la plaza Once de Septiembre (antes llamada
Miserere) en Buenos Aires.
La evaluación de la contribución de Rivadavia al desarrollo
argentino es un tema aún polémico entre los historiadores como lo
fue entre sus contemporáneos; los argentinos unitarios y liberales,
como otros estudiosos occidentales, lo consideran una persona con
visión, un arquitecto de la nación, aduciendo que la República
Argentina se desarrolló sobre los lineamientos proyectados por
Rivadavia y que Buenos Aires se federalizó y se convirtió en una
ciudad dominante en todos los aspectos de la vida nacional; los
federales, los nacionalistas y otros afirman que gran parte de la
agonía política argentina del siglo XIX se debe atribuir a la
indiferencia de Rivadavia frente a las realidades políticas y
culturales y a su determinación de destruir o distorsionar su
identidad nacional y convertida en una copia de los modelos europeos
y que, sólo décadas después, cuando la Argentina creó su propia
organización política nacional y la tecnología moderna unió la
nación e hizo posible la explotación de la nueva tierra y de los
recursos mineros, la Argentina pudo adoptar con comodidad esos
elementos extranjeros que quería usar; de cualquier forma, Rivadavia
soñó y trabajó para engrandecer su país y actualmente sus
compatriotas lo honran con admiración.
---
Leandro N. Alem (1842-1896)
Nació en Buenos Aires, la ejecución de su padre como miembro de la
Mazorca en 1853 (probablemente fue testigo) lo influyó
profundamente.
El mayor líder político (radical) de las dos últimas décadas del
siglo pasado.
Pese a que la UCR que Alem había conducido estaba compuesta por
diversos elementos, representaba el elemento popular tradicional del
nuevo movimiento.
En su persona confluían el federalismo y el populismo de principios
y mediados del siglo XIX con las reformas de Hipólito Yrigoyen (su
sobrino y discípulo político) y las de Juan Domingo Perón en este
siglo.
Se dedicó a los estudios de derecho y a la redacción de poesías, uno
de cuyos versos puede servir como divisa de su vida: "Yo no doblego
mi cabeza en la batalla".
En 1859 combatió en Cepeda y luego en Pavón en pos de la unidad
nacional; prestó servicios durante toda la Guerra del Paraguay.
Regresó a Buenos Aires para terminar sus estudios de abogacía y
dedicarse a la actividad pública. En 1871 fue elegido diputado de la
legislatura provincial de Buenos Aires.
En 1874 pasó a ser diputado nacional. Se opuso tenazmente a la
política conciliatoria de Avellaneda. En la Cámara Nacional de
Diputados objetó elocuentemente la federalización de Buenos Aires
sobre la base de que la jerarquía provincial reemplazaría a la
porteña sin ningún beneficio para la representación popular.
Cuando la ley fue aprobada renunció a su cargo y se retiró a la vida
privada.
Se convirtió en líder intelectual y guía político del grupo de
descontentos que buscaban cambios en la política y una mayor
participación en el proceso gubernamental de la década de 1880.
En 1877 formó, con su amigo Aristóbulo del Valle, el Partido
Republicano.
En 1889, durante los confusos momentos de la crisis política y
económica que enfrentaba el país, organizó la Unión Cívica de la
Juventud, de la cual surgió la Unión Cívica Radical.
Alem fue uno de los caudillos de la revolución de julio de 1890 que
provocó la renuncia del presidente, Juárez Celman.
Fue electo senador nacional. Opuesto a Pellegrini, fomento y apoyo
revoluciones provinciales contra el gobierno.
Leandro Alem se suicidó el 10 de julio de 1896, dejando una carta a
sus colaboradores en la que atribuía su acción a la traición de su
partido.
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Enrique Muiño (1881-1956)
Actor, una de las figuras más destacadas en los inicios y la
evolución del teatro y del cine argentinos. Debutó profesionalmente
en 1898, en la compañía de Jerónimo Podestá y, tiempo después, formó
un dúo creativo con el director Elías Alippi. Son muy recordadas sus
participaciones en películas como “Su mejor alumno”, “La guerra
gaucha” y “Pampa bárbara”, entre otras.
--- Ernesto De La Carcova (1866-1927)
Fue sin dudas uno de los más destacados pintores de la llamada
Generación del Ochenta, durante los últimos años del siglo XlX y los
primeros del siguiente. Por entonces estaba naciendo la Argentina
moderna merced a la transformación social y económica mas profunda
de su historia. Ello provocó una serie de transformaciones positivas
pero también agudos problemas sociales, que fueron severamente
denunciados y combatidos por los iniciadores de los movimientos
anarquista y socialista.
La pintura del país dio su primer paso hacia el desarrollo de un
arte social con los lienzos “La sopa de los pobres” (1884) de
Reinaldo Giudici, premiado en Berlín, “El despertar de la criada”
(1887) de Eduardo Sívori y “Sin pan y sin trabajo” (1894) de De la
Cárcova, atesorado en el Museo Nacional de Bellas Artes. Esta obra
constituyó una vibrante reacción contra el academicismo no sólo por
su tema, patético e impresionante, sino también por la técnica de
modelar mediante el color, impecablemente aplacada por el artista.
Dos décadas mas tarde, hacia el final de su ciclo creativo, De la
Cárcova comenzó a utilizar una viva luminosidad, que aclaró mucho su
paleta y anunció el impresionismo a la argentina que habría de
florecer en el país durante el período subsiguiente.
Nuestro pintor inició sus estudios (1885) en la Sociedad “Estímulo”
de Bellas Artes y posteriormente viajó a Italia, donde en 1891 una
obra suya expuesta en Turín fue adquirida por la casa real. De
regreso en su Buenos aires natal (1893), obtuvo un alto galardón con
su mencionada tela del 94 y posteriormente, sin abandonar su obra
creativa, se dedicó intensa y fecundamente a la enseñanza. Fundador
y primer director tanto de la Escuela superior de Bellas Artes que
hoy lleva su nombre como de la Academia Nacional de Bellas Artes,
formó numerosos discípulos, algunos de los cuales llegaron a las
máximas cumbres de la plástica como Carlos Miguel Victorica, Cesáreo
B. De Quirós, Carlos Ripamonte y otros.
Al lauro ya mencionado se le sumaron, entro otros, el Premio de
Honor en la Exposición Internacional de Saint Lois, USA(1904); la
medalla de oro en la Exposición del Centenario realizada en Buenos
Aires (1910); el Primer premio Adquisición en el Salón Nacional
(1914); la medalla de plata para artistas extranjeros en Paría
(1916). La Presidencia de Francia le otorgó la Legión de Honor en el
grado de Caballero y posteriormente en el de Oficial.
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Pedro Benoit (1836 - 1897) Responsable del Trazado de la ciudad
Nació en Buenos Aires en el barrio de San Telmo, hijo del Arq.
Pierre Benoit y de Maria Josefa de las Mercedes Leyes. A él se debe
la creación de la Escuela Santa Catalina donde se formaron los
primeros agrimensores argentinos, las obras de rectificación y
canalización del Riachuelo y el trazado de la ciudad de La Plata,
cuya perfección geométrica elogiaron los más grandes urbanistas del
mundo. También fueron suyos los planos de la Catedral platense y los
trazados de los ejidos de Quilmes, San Pedro, Mercedes y Magdalena,
entre otros. Además proyectó y dirigió en La Plata la construcción
del edificio del Ministerio de Hacienda, el Departamento de Policía,
el Hospital Melchor Romero, el Observatorio Astronómico y la Iglesia
San Ponciano.
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Juan Crisostomo Lafinur
Educador y filósofo
Lafinur Nació en el Valle de Carolina (San Luis) el 27 de noviembre
de 1.797.
Murió en Santiago (Chile) el 13 de agosto de 1.824.
En agosto de 1.824, un accidente puso fin a la vida de Juan Lafinur.
Tenía tan sólo 26 años. Sin embargo, a pesar de su juventud, Lafinur
tuvo tiempo de convertirse en uno de los primeros docentes que tuvo
nuestro país (el primero en enseñar filosofía como una disciplina
separada de la religión), y de ganarse un lugar como polemista y
promotor de un nuevo paradigma para la educación en el país.
Educado en Córdoba, en el Colegio de Monserrat y la en la
Universidad de esa ciudad, Lafinur obtuvo diplomas de bachiller,
licenciado y maestro de artes.
Sin embargo, por su carácter vehemente y por su prédica liberal, fue
expulsado de la Universidad en 1.814, lo que lo obligó a marchar a
Tucumán.
Allí conoció a Belgrano y se incorporó al Ejército del Norte. Como
era norma para los cadetes de aquella fuerza, Lafinur ingresó en la
Academia de Matemáticas que Belgrano había abierto en la provincia
norteña.
En la carrera de las armas, alcanzó el grado de Teniente, antes de
retirarse en 1.817.
En 1.818, Lafinur se encuentra en Buenos Aires. Allí integra la
Sociedad de Fomento del Buen Gusto en el teatro, y escribe numerosas
composiciones musicales.
Además, realiza artículos periodísticos para El Censor, El Curioso y
El Americano.
En 1.919, durante el gobierno del Director Supremo Juan Martín de
Pueyrredón, accede a la Cátedra de Filosofía en el Colegio de la
Unión, donde permanecerá hasta 1920.
En sus manos y por primera vez, el curso de filosofía no se dictará
en latín, ni tendrá un sesgo notoriamente religioso.
No fue un curso organizado ni riguroso, porque no era así su
titular: en él se mezclaban elementos del escolasticismo
(especialmente en cuanto a lógica y metafísica) y de la Ideología
(Condillac, Cabanis, etc.) en una amalgama que carecía de toda
sistematicidad, pero que, según Gutiérrez, "pasa revista a toda la
antigüedad, y encarándose con Aristóteles, le arrebata el cetro del
mundo literario por la mano de Gassendi, de Galileo, de Descartes, y
especialmente de Newton, de cuyo sistema dice que es el dominante en
todas las academias científicas del mundo".
Lafinur abría así nuevos rumbos en la enseñanza de la filosofía.
"Ante de él los profesores de filosofía vestían sotana -explica
Gutiérrez-; él, con traje de simple particular y de hombre de mundo,
secularizó el aula primero y enseguida los fundamentos de la
enseñanza. "De estas clases nació la única obra de carácter
filosófico que escribió Lafinur: el Curso filosófico.
Pronto aparecieron religiosos y otros estudiosos que se opusieron al
curso y a sus contenidos. Pero, lejos de amilanarse, Lafinur
contestó con varios discursos, como el titulado las ciencias no han
corrompido las costumbres ni empeorado al hombre.
En poco tiempo, los enojos se transformaron en violentas protestas,
y debió renunciar.
Sin embargo, no cejó en su lucha. Se incorporó a la Sociedad Secreta
Valeper y desde allí bregó con entusiasmo por la transformación de
la educación nacional y la secularización de los estudios.
Más tarde, marchó a San Luis y a Mendoza.
Allí fue contratado para dar clases de filosofía y elocuencia en el
Colegio de la Santísima Trinidad, además de llevar adelante los
cursos de francés, economía, literatura y música. También llegó a
ser vicepresidente de la Sociedad Lancasteriana, de apoyo a la
educación popular, y a dirigir la Gaceta Ministerial.
En la ciudad cuyana, Lafinur redobló su lucha en pos de la reforma
de la enseñanza.
Con sus grandes dotes de polemista, y sin distinguir jerarquías ni
títulos a la hora de crearse enemigos, rapidamente se generó una
corriente de opinión muy fuerte en su contra.
Así, en 1.822, el cabildo mendocino lo exhoneró.
Lafinur protestó y la decisión fue revisada. Pero la sangre había
llegado ya al río, y fue tal el alboroto que produjo que la
legislatura amenazó con autodisolverse si Lafinur no era retirado
del colegio.
Temible, negó la renuncia y contraatacó con encendidos discursos,
aunque finalmente debió escapar de la ciudad a riesgo de ser
encarcelado.
Entonces, se trasladó a Chile, donde arribó con su fama de polemista
y famoso filósofo.
En Santiago, Lafinur estudió derecho civil en la Universidad de San
Felipe, y abrió una oficina de abogado.
Escribió en El Mercurio, en El Liberal, en El Tizón Republicano, en
El Observador Chileno y El Despertador Argentino, y publicó algunas
obras de carácter histórico, como canto elegíaco a la muerte de
Belgrano, Oda a la jornada de Maipo, Oda a la libertad de Lima, etc.
El 13 de agosto, mientras montaba, su caballo rodó y sufrió graves
heridas que le ocasionaron la muerte.
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Al doctor José Penna la muerte lo sorprendió, en marzo de 1919,
durante una visita médica domiciliaria a una de sus pacientes. Luego
de una trayectoria de investigación y trabajo, el sanitarista murió
trabajando en la que fue su pasión: la atención médica, que nunca
había abandonado. Penna nació en Buenos Aires el 5 de abril de 1855,
aunque algunos historiadores y biógrafos -entre ellos la doctora
Teresa Merino- lo dan por nacido el 7 del mismo mes y año, pero en
Bahía Blanca. No hay dato fehaciente de que haya nacido en nuestra
ciudad. José Penna pidió ser cremado y que sus restos fueran
encerrados en un modesto ataúd de pino, semejante a los que se
utilizan para difuntos anónimos. Y la extraña orden se cumplió al
pie de la letra.
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Dr. Ignacio Pirovano
Nació el 23 de agosto de 1844, en Buenos Aires, más precisamente en
el barrio de Belgrano.
De escasos recursos económicos, antes de graduarse trabajó en una
farmacia y como farmacéutico en el Hospital General de Hombres.
Si se trata de forjar la imagen del Pirovano médico, se presenta la
figura de un hombre soberbio, seguro de sí mismo, reservado al lado
del paciente, bondadoso, dulce en su trato. Distinto es el Pirovano
adolescente quien, según relata Wilde en "Tiempo perdido", era un
pilluelo que aterrorizaba a los vecinos del barrio de Belgrano y a
quien, luego, sus compañeros de facultad reconocían como brillante
alumno. Además, por su costumbre de gastar bromas pesadas, era un
honor contarlo como "asesor" en el conocido como "comité de
mortificación pública". Estas "habilidades" de Pirovano están
gráficamente descriptas en el cuento de Manucho Mujica Láinez que se
transcribe más abajo.
Su bisabuelo y abuelo eran médicos en el viejo continente; su padre
era italiano y emigró hacia la Argentina, donde sólo pudo constituir
una humilde familia cuyos escasos recursos le impedían costear la
carrera de su hijo. Dispuesto a cumplir con su vocación no vaciló en
trabajar para sufragar los gastos de sus estudios.
Fue, además, practicante del célebre Dr. Francisco Javier Muñiz en
la guerra contra el Paraguay, en 1865 y también en las epidemias de
cólera de 1867 y de fiebre amarilla de 1871. Muñiz fue ejemplo de
decenas de médicos de la época.
Una vez que obtuvo el título de farmacéutico, y luego el de médico,
se doctoró con la tesis "La herniotomía", en 1872, cuando contaba
28 años.
Es muy descriptivo lo que de él dijo un compañero de estudios, poco
después de graduado. Dijo de él Eduardo Wilde en 1872: "Tiene todas
las cualidades físicas para el trabajo, y todas las aptitudes
intelectuales para ser un médico notable. Es bondadoso, de carácter
reservado, meditador y pacienzudo; parece muy dúctil, aunque siempre
por hacer lo que le da la gana, tiene una gran facilidad para
hacerse querer de sus maestros, sabe evitar que lo envidien sus
condiscípulos..."
Habiendo obtenido ya un principio de reconocimiento y prestigio como
cirujano, partió ese mismo año a París becado por el Gobierno de
Buenos Aires. Conoció y frecuentó en sus lugares de trabajo a Claude
Bérnard y a Louis Pasteur, y conoció a Lister, uno de los
principales impulsores de las modernas medidas de asepsia para las
salas y prácticas quirúrgicas. Este contacto con Lister le daría a
Pirovano los fundamentos de los métodos antisépticos que
introduciría en el país. También participó de las sesiones
quirúrgicas de Nélaton y Pean.
Regresó a Buenos Aires tres años después con el título de Doctor de
la Facultad de Medicina de París. Inmediatamente fue designado
profesor titular de la cátedra de Histología y Anatomía
Patológica. Las autoridades debieron ceder ante la exigencia de que
le compraran un microscopio y lo dotaran de un laboratorio adecuado.
Él quería no impartir una enseñanza práctica, "ya que lo contrario
sería ofender a la ciencia".
La vestimenta en el quirófano era un largo guardapolovo de mangas
cortas, hábito que también usaban sus discípulos, supliendo así el
anacrónico y sucio chaqué con que se operaba en la época.
Ignacio Pirovano fue el sucesor del Profesor Manuel Augusto Montes
de Oca, en 1879, siendo el sexto de la serie de profesores que la
ocuparon desde su creación.
Si Manuel A. Montes de Oca había introducido, sin mucha convicción,
la antisepsia, Pirovano fue quien perfeccionó su aplicación, la
extendió al medio hospitalario y la defendió a pesar de los
resultados que muchas veces distaban de lo ideal. ¿En qué consistía
este método antiséptico? Los ambientes se preparaban con
pulverizadores o vaporizadores de ácido fénico, el instrumental se
sumergía en recipientes con igual solución y las manos de los
cirujanos y las heridas operatorias se irrigaban permanentemente con
solución fenicada. Las operaciones se realizaban sobre una mesa
generalmente de pino, preparada especialmente en los casos
extrahospitalarios, recubierta de un colchón y un impermeable, y el
campo operatorio se limitaba con una sábana de goma con una ventana
ovalada del tamaño adecuado en el centro.
Practicó sobre todo la cirugía de la cabeza y cuello y de las
extremidades. El número y la calidad de discípulos que formó lo
hacen acreedor al título de Padre de la Cirugía Argentina:
Alejandro Castro, Antonio Gandolfo, Enrique Bazterrica, Andrés
Llobet, Juan B. Justo, Diógenes Decoud, Pascual Palma, José
Molinari, Daniel J. Cranwell, Marcelino Herrera Vegas, Nicolás
Repetto, Alejandro Posadas, David Prando y Avelino Gutiérrez.
Ignacio Pirovano tuvo además una gran clientela y una extensa
práctica profesional. Su merecida fama hizo que centralizara todos
los casos quirúrgicos de Buenos Aires y del interior del país. Un
porte distinguido contribuía a realzar su figura de médico y
catedrático.
practicaba la traqueotomía, operación frecuente en esa época, en un
solo tiempo. Convencido y seguro de su técnica, no dudó en aplicarla
en un momento de suma urgencia en una paciente muy especial: su
propia hija.
Pero en determinado momento desapareció de la escena. El motivo fue
un cáncer de la base de la lengua que él mismo se diagnosticó, y
envió las biopsias a Péau sin decir quién era el paciente. Dice que
éste contestó telegráficamente: "Cáncer. Caso perdido".
Estoicamente padeció su enfermedad, y su vida se apagó en Buenos
Aires, el 2 de julio de 1895, con 50 años de edad.
En sus exequias, Carlos Pellegrini dijo: " Sentimos que algo nos
falta, algo así como el centinela armado que velaba por nuestra
vida contra el ataque de enemigos invisibles, y por eso, sobre su
tumba hasta el egoísmo llora".
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Florentino Ameghino
NACIMIENTO:Casa natal
En Luján, Bs. As. Argentina el 18 de setiembre de 1854 según la
mayoría de sus biógrafos y familiares, o en Moneglia, Italia, el 19
de setiembre de 1853 como sostienen algunos investigadores en base a
una partida de nacimiento mostrada por la Iglesia, pero a nombre de
Juan Bautista Fiorino José Ameghino. La que se cree pueda pertenecer
a un hermano mayor muerto en la larga travesía desde Italia, (duró
más de seis meses) ya que los familiares afirmaban que los padres de
Ameghino llegaron al país sin hijos... Antonio Ameghino y María Dina
Armanino aparte de Florentino tuvieron tres hijos varones: Antonio
Luis, Carlos y Juan y una hija, María Luisa, todos ellos nacidos en
Argentina.
INFANCIA:
Los primeros años de Ameghino tuvieron como panorama habitual las
barrancosas riveras del río Luján en la campiña cercana a Bs. As. Un
día paseando a las orillas del río, encuentra unos caracoles y se
los muestra a su padre, preguntándole cómo es que estaban allí, el
padre le contestó que los traería la corriente, Florentino no quedó
conforme porque pensó que la corriente los podría traer, pero no
incrustarlos en la barranca y allí empezó a elaborar sus propias
teorías.
UN ADOLESCENTE PRECÓZ:
Los muchachos de su edad lo apodaron "El Loco de los huesos" por su
costumbre de hurgar con pico y pala las cercanías del río Luján en
busca de restos fósiles. Ameghino hizo sus primeros estudios en
medio de la mayor pobreza. A los 14 años leyó las obras de Darwin y
Lyell, no sólo leía en castellano e italiano, su lengua materna,
sino que había aprendido francés, de la mano de su monitor de Luján,
el Sr. Tapie y su maestro, el director de la Escuela Municipal
Carlos D’Aste, lenguaje éste que le permitió ingresar a lo último
del pensamiento científico de la época. A los 16 años fue designado
preceptor en la escuela municipal de Mercedes donde luego ocupa el
cargo de director. A los 20 años encuentra los restos fósiles
completos de un mastodonte. Al año siguiente ya publicaba dos
artículos en dos diarios locales y lograba insertar otro en el
"Journal de Zoologie" revista parisina, obtenía también un premio en
la primera exposición científica de Bs. As.Casa de la calle Colón y
Muñiz Y presentaba en la misma dos memorias que en ese momento no
fueron tenidas en cuenta y que albergaban el gérmen de su futura
obra monumental. En 1878 viaja a Europa y allí exhibe su colección
prehistórica y paleontológica en la Exposición Universal de París,
donde fue el asombro y la admiración de los científicos más
importantes de la época y obtuvo el reconocimiento que en su país le
negaron. A los 23 años publicaba su primer libro: "Antigüedades
indias en la Banda Oriental" . Y a los 25 tuvo una gran actuación en
el Congreso de americanistas en Bruselas, luego publicó dos libros:
"La formación Pampeana" y "La Antigüedad del hombre del Plata"
Ameghino a los 24 años
UN LIBRERO FAMOSO
En Europa, Ameghino vendió su colección de objetos prehistóricos y
fósiles a ciento veinte mil francos, con una parte de ese dinero
pudo publicar "La antigüedad del hombre del Plata". Muchos fósiles
de esa colección fueron adquiridos por el famoso y acaudalado
paleontólogo americano Cope. A tres años de su partida, regresa
consagrado por la opinión de los más distinguidos naturalistas,
casado con una joven parisina Leontina Poirier y pobre y como si
fuera poco, se encuentra que había sido exonerado de su cargo de
director de la escuela de Mercedes por abandono del puesto. Al
científico reconocido en todo el mundo, otra vez, en su país ni
siquiera le conservan su puesto de trabajo. El dicho dice "nadie es
profeta en su tierra" a Ameghino como a muchos grandes argentinos,
el reconocimiento le llega demasiado tarde, y aún no se le rinde el
homenaje que se debiera… Entonces, para no morirse de hambre, como
cita Cabrera, Ameghino hubo de dedicarse al comercio: instaló en
Buenos Aires, en la calle Rivadavia (*) una pequeña librería y
papelería, a la que bautizó "Librería del Gliptodón" . Y en su
trastienda continuó reuniendo materiales de estudio. Y "entre la
venta de cuatro reales de plumas y un peso de papel" escribió su
obra "Filogenia" en 1884 donde da cuenta de su adición al
evolucionismo y provoca un gran revuelo en el ambiente científico
argentino, Mitre redactó su bibliografía en el diario "La Nación" y
la Universidad de Córdoba lo llamó a ocupar la cátedra de Zoología y
poco después lo declaró doctor honoris causa. En 1884 se creó el
Museo de La PlataMuseo de La Plata y su director vitalicio Francisco
P. Moreno pidió al gobierno que designara a Florentino Ameghino como
subdirector y secretario, y éste aportó su colección para enriquecer
el departamento paleontológico del nuevo museo, y también su hermano
Carlos toma el puesto de naturalista viajero y comienza sus viajes a
la Patagonia donde realiza importantes descubrimientos. Pero esto no
duró más de un año, ciertas diferencias y celos profesionales
hicieron que Moreno exonerara a su subordinado de su puesto oficial.
Ameghino que había abandonado su cátedra en Córdoba por aceptar el
cargo en el Museo, queda nuevamente sin trabajo y sin dinero para
sus investigaciones, otra vez tiene que recurrir a fundar una
librería(**) donde por tercera vez volvió a iniciar una colección de
fósiles, ya que Moreno le había prohibido la entrada al museo y no
podía estudiar sus propios fósiles. Es aquí donde se destaca la
labor de su hermano Carlos, el cuál viaja a los más recónditos
lugares del país en las condiciones más deplorables a la búsqueda de
nuevos ejemplares y datos estratigráficos para que su hermano
organice y clasifique. Fue en esta época que publicó, gracias al
apoyo de la Academia de Ciencias de Córdoba, su obra más importante
"Contribución al conocimiento de los Mamíferos fósiles de la
República Argentina" que venía acompañada de un atlas con láminas
con dibujos de su propia mano. Esta obra la escribió en sólo 14
meses y le valió una medalla de oro en la exposición universal de
París del año 1889. Durante ese período de alejamiento y de
estrechez económica, publicó más de la tercera parte del total de
sus trabajos.
Ameghino en edad madura DIRECTOR DEL MUSEO NACIONAL:
Al comenzar el año lectivo de 1902, la Facultad de Ciencias
Físico-Matemáticas de la Universidad provincial de La Plata,
"rindiéndose ante la evidencia (como cita Márquez Miranda) de la
labor extraordinaria de este gran estudioso, resolvió llamarlo a su
seno para confiarle la cátedra de mineralogía y geología." Poco
después Joaquín V. Gonzalez, que era ministro de justicia e
instrucción pública, ofreció a F. Ameghino el cargo de director del
Museo Nacional de Bs. As., el cuál quedaba vacante luego de la
muerte del Dr. Carlos Berg. Estas nominaciones por fin, le dieron el
reconocimiento postergado. A partir de allí le llega una lluvia de
nombramientos: vocal del primer consejo directivo del Instituto
Superior de Agronomía y Veterinaria de Bs. As., al año siguiente,
catedrático titular de antropología en la Facultad de Filosofía y
Letras que no acepta y en 1906 es nombrado jefe de sección y miembro
del consejo académico del Museo de La Plata y también profesor de
geología en la Facultad de Ciencias Naturales de esa Universidad.
Cabrera describe así su cargo en el Museo Nacional: "Durante los 9
años en que lo desempeñó, ingresaron en las colecciones del Museo
setenta y un mil objetos, es decir casi ocho mil al año, y se
publicaron quince volúmenes de los anales, en los que colaboraron
los hombres de ciencia más distinguidos de la República y no pocos
de otros países."
FALLECIMIENTO Y TRANSCENDENCIA:
En el momento de su muerte, Florentino Ameghino se había convertido
en un paradigma de la ciencia argentina. Murió el 6 de agosto de
1811en su domicilio de La Plata, por complicaciones resultantes de
una diabetes y su resistencia a ser intervenido quirúrgicamente. Su
entierro fue grandioso a pesar que el gobierno no se manifestó a la
altura que correspondía, si lo hicieron las Universidades de La
Plata y Bs. As y las sociedades científicas. Sus restos se
depositaron en el Panteón de los Maestros, hicieron uso de la
palabra eminentes personalidades de la época como E. Holmberg,
Victor Mercante, J. B. Ambrosetti, José Ingenieros y otros. José
Ingenieros dijo en su discurso de despedida: "Muere en él la tercera
vida ejemplar de nuestra centuria, Sarmiento, inagotable catarata de
energía en las gloriosas batallas de nuestra emancipación
espiritual. Mitre, que alcanzó la santidad de un semidios y fue
consejero de los pueblos. Ameghino, preclaro sembrador de altas
verdades, cosechadas a filo de hacha en la selva infinita de la
naturaleza." "Tenía que ser un sabio argentino, porque ningún otro
de la superficie terrestre contiene una fauna fósil comparable a la
nuestra; tenía que ser de nuestro siglo, porque antes le hubiese
faltado el asidero de las doctrinas darwinistas que el sirven de
fundamento. No podía ser antes de ahora, porque el clima intelectual
del país no era propicio a la obra antes de que la fecundara el
genio de Sarmiento; y tenía que ser Florentino Ameghino, y ningún
otro hombre de su tiempo, por varias razones. ¿Qué otro argentino
hemos conocido, que reuniera en tal alto grado su actitud para la
observación y el análisis, su capacidad para la síntesis y la
hipótesis, su resistencia para el enorme esfuerzo prolongado durante
tantos años, su desinterés por todas las vanidades que hacen del
hombre un funcionario, pero matan al pensador?…" A los tres días de
su muerte, el Ministerio de Instrucción Pública expidió un proyecto
de ley pidiendo al Poder Legislativo la autorización para erigir un
monumento conmemorativo de Ameghino, en el cuál citaba "Llegó de la
nada a la cumbre por sus propios esfuerzos". Aunque la ley fue
aprobada con unanimidad, el monumento nunca se construyó. Otro
proyecto fue el presentado por Francisco P. Moreno, que era diputado
nacional por ese entonces, el 23 de agosto, a pocos días de la
muerte de Ameghino, pidió a la Honorable Cámara que autorizase al
Poder Ejecutivo a adquirir la Biblioteca, manuscritos y colecciones
para el Museo Nacional. Proyecto éste que tampoco se llevó a
cabo.Busto de Florentino Ameghino El homenaje más importante que le
podemos hacer es seguir sus pasos y su ejemplo: (Citando a J.
Frenguelli) "…con su obra y su vida íntegramente consagrada a
ideales puros, parece repetir: Que vuestra guía sea la curiosidad
inextinguible de saber. Ella os indicará la ruta, pero no siempre
bastará a salvaros de los escollos de que está sembrado el áspero
camino. Si incurrierais en el error, no temáis a los reproches y el
escarnio de los tímidos…Recordaos que la historia es benévola para
quién, después de las derrotas, consigue una victoria; pero siempre
condena al olvido al crítico infecundo.
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